El tiempo y las tradiciones

Hace unos años, durante mi etapa al frente de la Consejería de Medio Rural y Pesca del Gobierno de Asturias, el entonces Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino recibió un requerimiento de la Comisión Europea, del que nos dio traslado, instándonos a realizar mejoras en los espacios de carga y descarga de la Feria de Corao, en el concejo de Cangas de Onís, con el objetivo de mejorar la protección y el bienestar animal en el certamen ganadero.

Rescato este recuerdo al calor del debate suscitado en la ciudad por la decisión de la alcaldesa de no renovar la concesión de la Plaza de El Bibio para la celebración de la feria taurina de Begoña. Un debate que, lamentablemente, se ha planteado en términos poco edificantes, recurriendo con preocupante facilidad a insultos y descalificaciones por parte de quienes no comparten la medida.

Lo cierto es, sin embargo, que desde que en el año 1997 la Unión Europea firmara el Tratado de Ámsterdam, que incorporó una nueva visión a las políticas de protección y bienestar de los animales al reconocerlos como seres sensibles, los Estados miembro, incluida España, han avanzado mucho a la hora de adaptar las normativas nacionales a esta nueva visión y a la hora de desarrollar iniciativas dirigidas a promover el bienestar animal. Un ejemplo de estas nuevas políticas es la prohibición establecida en países como Finlandia, Suecia, Dinamarca, Grecia, Países Bajos o Portugal a la utilización de animales en los circos, una iniciativa que también Gijón adoptó, al igual que otros municipios españoles, a propuesta de los grupos políticos que hoy formamos el gobierno local y que contó entonces con apoyos a izquierda y derecha. En España, además, el Código Penal establece penas de hasta un año de prisión por maltratar a los animales, y Asturias cuenta con una exigente ley de protección animal, normativas que conocen bien nuestros ganaderos, un importante sector productivo que cumple de forma ejemplar.

Sorprende y sonroja que en este contexto perviva todavía en nuestro país la tauromaquia, un espectáculo que, a pesar de basarse en el maltrato y la tortura de un animal hasta su muerte en plaza pública, sortea la legislación española por considerarse una tradición cultural. Nuestro país persigue el maltrato animal siempre y cuando se dé fuera de una plaza de toros o no forme parte de un ritual religioso. ¿Tradición o privilegio? ¿Se imaginan esta flexibilidad de criterio normativo en otros ámbitos de nuestra convivencia? Les dejo a ustedes elegir el símil.

Gijón es una ciudad moderna que ha sabido siempre adaptarse a los tiempos, avanzar orgullosa de su historia y protectora de sus tradiciones, que ha actualizado y renovado para encajar en el modelo de ciudad que en cada momento se ha querido impulsar. La decisión tomada por la alcaldesa responde a una mayoría política representada por 15 concejales de un total de 27, de acuerdo con nuestros programas electorales o tesis congresuales; a un sentir creciente de la sociedad, y a un marco competencial que le otorga la capacidad de decidir qué usos queremos darle a un equipamiento municipal como es la Plaza de El Bibio.

Se trata, en realidad, de un debate sobre modelo de ciudad y de convivencia, tan ideológico o no como puede serlo en Oviedo, donde ni el rendimiento económico ni la libertad parecen ser banderas para el PP de Alfredo Canteli, como tampoco lo fueron para el de Gabino de Lorenzo. A 28 kilómetros de nuestra ciudad hay una plaza de toros que lleva años deteriorándose debido a su abandono. La nuestra correrá mejor suerte reconvertida en un espacio para una nueva tradición en la que la cultura, dinamizadora de la economía y libre, libre como solo la cultura saber serlo, será la protagonista.